La diarrea continúa siendo una de las principales causas de muerte infantil a nivel global, a pesar de ser una enfermedad prevenible y tratable. De acuerdo con la Organización Mundial de la Salud (OMS), cada año se registran cerca de 1.700 millones de casos de enfermedades diarreicas infantiles, lo que causa la muerte de aproximadamente 443.832 niños menores de 5 años. Esta enfermedad representa la tercera causa de muerte en niños menores de 5 años y una de las principales responsables de la malnutrición infantil.
En Colombia, la diarrea aguda es un reto persistente de salud pública. Según el Instituto Nacional de Salud, para la semana epidemiológica 41 de 2025 se han notificado 88 muertes probables en menores de 5 años por enfermedad diarreica aguda, cifra que se suma a las 132 muertes registradas en 2024. Se estima que 6 de cada 10 muertes por diarrea en este grupo ocurren en menores de 1 año, especialmente en zonas rurales y con acceso limitado a agua potable y saneamiento básico.
Principales causas y factores de riesgo
Según datos del “Programa nacional de prevención, manejo y control de la enfermedad diarreica aguda» el 70% de los casos de diarrea aguda en niños se debe a infecciones virales, siendo el Rotavirus uno de los microorganismos más frecuentes. Entre el 10% y 20% son de origen bacteriano y menos del 10% por parásitos.
Entre los factores de riesgo más comunes se encuentran el consumo de alimentos contaminados, el acceso a agua no potable, la asistencia a guarderías y la exposición a fuentes contaminadas como piscinas o ríos. La deshidratación es su complicación más importante y la principal causa de muerte asociada, resultado de la pérdida de líquidos y electrolitos que no se reponen a tiempo.
Prevención y tratamiento: estrategias eficaces
De acuerdo con las recomendaciones de la Organización Mundial de la Salud (OMS) y los Centros para el Control y la Prevención de Enfermedades (CDC), la terapia de rehidratación oral (TRO) es la piedra angular del tratamiento. Adicionalmente, diversos ensayos clínicos han demostrado que los probióticos disminuyen tanto la duración de la diarrea como la frecuencia de las deposiciones, lo que representa un complemento eficaz para acelerar la recuperación del paciente.
La Guía Colombiana de Probióticos en Pediatría, publicada en 2024, sugiere el uso de probióticos para el manejo de diarrea aguda y la prevención diarrea asociada al uso de antibióticos, considerando la dosis, duración, administración, efecto y otros aspectos relacionados a las características específicas de cada cepa probiótica.
“Los probióticos no son todos iguales: cada cepa tiene propiedades y beneficios específicos. Por eso, es fundamental que los profesionales de la salud consideren esas diferencias al momento de prescribir o recomendar un probiótico, según la evidencia disponible, la condición clínica y las necesidades particulares de cada paciente”, explicó el Dr. Juan Pablo Albanés, director médico de Axon Pharma.
En general, según los estudios, los probióticos cuentan con un historial largo de uso y se consideran seguros para los niños sanos, cuando se usan en las dosis recomendadas y por periodos cortos. Sin embargo, es importante que el médico evalúe su uso en niños con sistema inmunológico debilitado o enfermedades graves, ya que, al ser microorganismos vivos, existe un riesgo muy bajo pero posible de infección.
“Es importante reconocer que existen probióticos formulados a partir de levaduras y otros a partir de bacterias. Aquellos a base de levaduras presentan una ventaja clínica relevante, ya que son resistentes al tratamiento con antibióticos, lo que permite su administración conjunta y contribuye a una restauración más rápida del equilibrio de la microbiota intestinal alterada por estos medicamentos”, añadió el Dr. Albanés.
Hacia un futuro con menos muertes prevenibles
La diarrea no solo pone en riesgo la vida de miles de niños, sino que también impacta profundamente la economía y la educación, generando altos costos en salud, ausentismo escolar y presión sobre los sistemas de salud. Frente a esta realidad, el país enfrenta el reto de cerrar las brechas en acceso a agua potable, saneamiento básico y atención primaria en salud. Fortalecer estas acciones es clave para reducir la mortalidad infantil y avanzar en el cumplimiento de las metas nacionales de salud pública al 2030.