Por: Nathalia Alban Bravo, directora para la región Andina, VMware
Durante los últimos años, el liderazgo femenino en el mundo empresarial ha tomado gran relevancia, sobre todo, cuando se trata del ámbito de la igualdad de género y oportunidades laborales. Sin embargo, el debate sobre el tema queda corto en cuanto a su alcance, al centrarse en el cumplimiento de una cuota de puestos obligatoria o el pago equitativo de un salario.
El liderazgo femenino va mucho más allá. Es la posibilidad de que las capacidades gerenciales, conocimientos y pasión de las mujeres estén bajo las mismas condiciones que los compañeros del género masculino; sin un protagonismo excesivo, pero sí con el mismo valor que presenta. Es el impulsor de la diversidad y nutre el intercambio de visiones que, al final, se complementan para generar sinergias en las organizaciones.
El estilo de liderazgo de las mujeres se caracteriza por su orientación hacia las personas, la expresividad y la cercanía, así como con tendencia a la cooperación, la resiliencia y el predominio de lo emocional. Hablo de habilidades blandas que, en el mundo empresarial, son necesarias para afrontar un panorama global en constante cambio y que requiere de decisiones rápidas, pero también centradas en el ser humano, la empatía y la inteligencia emocional.
Ese “toque femenino” aporta a las compañías posibilidades infinitas que pueden ser complementadas por sus congéneres, sin anularse una a la otra. De hecho, según las conclusiones del primer ranking corporativo de The Wall Street Journal que examinó la diversidad y la inclusión entre las empresas S&P 500, “las culturas diversas e inclusivas están brindando a las empresas una ventaja competitiva sobre sus pares”. El trabajo en equipo, diferentes enfoques a la hora de resolver problemas, mejor desempeño y desbloquear la innovación, son algunos de los beneficios que los equipos integrados por hombres y mujeres de diferentes edades, sexos y razas pueden aprovechar para ser más competitivos.
Así mismo, las mujeres que integran las juntas directivas en las organizaciones tienen un compromiso adicional, pero no exclusivo, de mostrar y abrir el camino para otras mujeres líderes, quienes las relevarán y podrán poner sus conocimientos y experiencia al servicio de las organizaciones.
El rol de líder siendo mujer tiene aún mucho que aportar, y no se trata únicamente de una moda, sino de una tendencia que se ha ido adoptando con el paso de los años; avanza a paso lento, pero llegó para quedarse en todas las industrias, ya sean de ingeniería, salud, comercio, defensa, gobierno y educación.